A lo largo del mes de diciembre, con mucha frecuencia el tema que monopoliza las sesiones con nuestros pacientes es la Navidad. Muchas personas experimentan en estas fiestas un malestar muy importante que no es fácil de manejar: los encuentros familiares obligados, el aumento de gastos de todo tipo, el estrés de los exámenes a la vuelta de vacaciones, la “obligación” de entretener a los niños…
No es extraño que mucha gente manifieste un enorme rechazo a las fiestas de navidad y sean acusados por su entorno de padecer el “Síndrome del Grinch” debido a su falta de “espíritu navideño”.
A nivel psicológico, pueden estar contribuyendo a este malestar varios elementos. Por un lado, la gran distancia que existe entre las expectativas y nuestra realidad. En los medios de comunicación se nos vende una alegría asociada al ocio espectacular de parques temáticos, cenas espléndidas, decoraciones hogareñas al estilo “Solo en casa” … y como, inevitablemente, la vida cotidiana de una familia española dista años luz de ese modelo, sufrimos por ello. Es probable que tengamos que lidiar con la soledad, la ausencia de seres queridos por lejanía o por fallecimientos, las dificultades económicas, etc. También puede aparecer una sobrecarga estimular, especialmente en las personas más introvertidas, debido al desgaste de energía social que suponen las constantes comidas y cenas de navidad con los compañeros, los amigos, la familia…
Algunos consejos prácticos para aliviar el malestar y poder tener una “noche de paz” serían:
- Olvídate de la Navidad “perfecta”. No esperes cenas en armonía absoluta, niños calmados y obedientes a la primera, conversaciones entre cuñados en total concordia, la foto familiar perfecta…Ten expectativas realistas y permítete disfrutar más y controlar menos.
- Establece límites internos. ¿Es posible que los temas espinosos familiares esperen a otra ocasión? Claro que sí, el objetivo es estar juntos y lo más a gusto posible. Ten a mano la frase comodín: “prefiero no hablar de eso” con amabilidad cuando alguien te pregunte cosas de las que no quieres dar explicaciones. Eres perfectamente capaz de tolerar las pequeñas incomodidades que puedan surgir. No hace falta estar alerta en cada encuentro familiar.
- Haz microdescansos. Cuando notes que te saturan las conversaciones constantes, los villancicos, el jaleo, la ingente cantidad de comida, aplica el tiempo fuera. Baja a tirar la basura y sal a la calle a que te dé el aire unos minutos, ofrécete para dormir al bebé y te vas al dormitorio un rato o ve al servicio y descansa de interacciones.
- Comparte cómo te sientes: Cuando atravesamos momentos de tristeza, desánimo, preocupación o nostalgia, es fundamental expresarlo con alguien; una persona cercana o un amigo capaz de recoger nuestro estado emocional y hacernos sentir acompañados, escuchados y comprendidos.
- Acepta lo que no puedas controlar. No gastes energía extra en evitar o cambiar las cosas que no dependen de ti. No controlas lo que hacen, dicen, piensan o sienten los demás. No puedes salvar a nadie de su malestar ni de su actitud. Lo que sí puedes hacer es aliviar y acompañar, pero no te cargues la responsabilidad de “todos estén bien”. Tampoco puedes controlar cómo te sientes, no juzgues mucho si “no deberían afectarme” las cosas, o si estar triste “molesta o incomoda a alguien”. La presión por forzar estar alegre puede generar aún más frustración.
- Cuídate entre fiestas. Haz pausas para ti, limita los compromisos, no hace falta decir que sí a todos los planes. Descansa, come con calma, haz actividad física, aprovecha cualquier rato de sol para salir a pasear. Incluso si ves que lo necesitas, bloquea algún día para estar a solas. Verás que el autocuidado mejora la calidad de los vínculos.
Nuestros mejores deseos para estas fechas. Esperamos que tengáis unas fiestas con más vínculos que compromisos.
¡Feliz Navidad!
