Siempre que hemos de afrontar una pérdida ya sea de una persona, objeto o evento significativo, necesitamos realizar un proceso de duelo.
Durante el duelo, aparecen respuestas que pueden perturbarnos mucho pero que son totalmente normales a nivel físico (como vacío en el estómago, falta de energía), a nivel cognitivo (como dificultades de concentración, pensamientos e imágenes recurrentes), en el plano emocional (como tristeza miedo o soledad) y, por último, manifestaciones conductuales como (problemas para dormir, aislamiento. apatía).
Si el duelo no se realiza adecuadamente, es probable que se transforme en un duelo patológico, es decir, que las respuestas normales no desaparezcan con el tiempo ni disminuya su intensidad. Para evitarlo conviene conocer bien las etapas que vamos a atravesar y qué podemos hacer si nos atascamos en alguna.
Entre los distintos modelos de duelo, podemos destacar el modelo de las cuatro tareas de William Worden (1982).
Tarea 1. Aceptar la realidad de la pérdida
El impacto emocional al sufrir de una pérdida nos produce una sensación inicial de irrealidad, lo que puede conducir a una negación como mecanismo para aliviar el dolor.
Para facilitar esta tarea:
Conviene hacer rituales de despedida para significar la pérdida, ya sea mediante un funeral, plantar un árbol, escribir una carta de despedida o brindar con los seres queridos. Es muy importante verbalizar las circunstancias que rodean a la pérdida, a veces puede ser necesario repasarlo varias veces.
Tarea 2. Elaborar emociones y dolor por la pérdida.
Es necesario reconocer y trabajar el dolor que sentimos. Algunas cosas que dificultan esta área es intentar “no sentir” evitando el tema, a personas, lugares que nos recuerdan o intentar ocupar todo el tiempo posible con actividades para no pensar en ello.
Para facilitar esta tarea:
Es fundamental expresar los sentimientos, aunque sean incómodos o desagradables, ponerles el nombre adecuado a las emociones, con honestidad. Si llamamos a las cosas por su nombre y nos lo permitimos sentir, el dolor se irá diluyendo.
Tarea 3. Adaptarse a un mundo en el que la pérdida no está presente.
Esto requiere aprender nuevas habilidades y asumir tareas que antes no se desempeñaban, por ejemplo, vivir solo, manejar la economía, cocinar, etc. Algunas dificultades en esta tarea pueden ser el aislamiento y no asumir las exigencias del medio.
Para facilitar esta tarea:
No realizar grandes cambios en la fase inicial del duelo como huida del dolor. Es útil volver, poco a poco, a actividades que se habían paralizado o abandonado como salir a la calle, planificar actividades, quedar con gente.
Tarea 4. Recolocar emocionalmente a la pérdida y seguir adelante.
Cerrar el ciclo no supone olvidar o renunciar a quienes ya no están, sino encontrar el lugar psicológico adecuado. Las dificultades que pueden aparecer en esta tarea es confundir el amor con el apego al pasado y, en ocasiones, hacer un pacto interno de no volver a querer a nadie más. Superar un duelo es como tener una cicatriz, a veces molesta o pica pero no sangra.
Para facilitar esta tarea:
Es importante encontrar un sentido a la vida de la persona que ya no está y buscar motivos para estar agradecidos por lo que nos unió. En esta tarea puede ser de ayuda escribir una carta con la siguiente estructura: lo que agradecemos a la pérdida, lo que le reprochamos, lo que pedimos perdón y lo que nos gustaría que hubiera pasado.
En definitiva, aprender a despedirse de las cosas y abrazar las cosas nuevas es algo que forma parte de la vida. Habrá algunas despedidas grandes, otras pequeñas, pero siempre nos adaptaremos a ellas.