Hace no mucho estaba con mi novio, me propuso coger el coche para darme una primera clase «light» de conducir, en una zona descampada, sin ningún tipo de riesgo… No es que esto sea muy correcto, pero yo, desde hace años, pensaba que jamás cogería un coche, que eso era demasiado para mí y se me daría mal; siempre he pensado que yo nunca me matricularía, y mucho menos coger el coche con alguien desconocido en las clases, pero que con algún conocido tampoco, por si se daba cuenta de que era mala conductora. También pensaba que no iba a saber aprender… vaya, con mucho bloqueo al respecto. ¡Y me sorprendí diciendo que sí a la primera! ¡Sin miedos! abierta a probar, lo hice y me fue genial, en cuanto pueda me matriculo para sacarme el carné.
Me puse muy contenta, me acordé del tiempo que estuve en terapia, de Merche, la psicóloga que me acompañó en el proceso y experimenté un gran sentimiento de gratitud. De pronto, me vi ahí, sentada frente a mi terapeuta, y recordando tantos bloqueos, miedos y angustias que, entre ella y yo, tratábamos de deshacer, combatir con ese gran dragón invisible que es la ansiedad. Y pude ver, con distancia, cuántas cosas he podido superar y que, aunque en su día costó trabajo hoy puedo hacerle frente. Me sorprendo a mí misma superando los retos, adaptándome a los cambios y sin miedo a crecer.