Puede ser que hayas pinchado en este post para saber qué se esconde detrás de la palabra «miedo». Pues vamos a ello.
Por un lado, existen miedos naturales, normales; y por otro, miedos patológicos, irracionales.
Los miedos naturales nos guían, nos protegen. Por ejemplo, al atravesar un paso de cebra, miramos a ambos lados y pasamos con cuidado cuando nos cercioramos de que no va a pasar ningún coche. Es decir, el miedo a ser atropellado nos protege a la hora de cruzar y guía nuestra conducta con el objetivo de superviviencia. Es un miedo normal que aparece ante la posibilidad de peligro y desaparece cuando desaparece el peligro.
Gracias a estos miedos naturales, la especie humana hoy sigue existiendo. Nuestros ancestros cazaban con cuidado para no ser devorados por los grandes depredadores o se guarecían en cuevas cuando había tormenta, etc.
Sin embargo, los miedos pueden hacerse muy intensos y desproporcionados, por acontecimientos vividos o por aprendizajes en el entorno. Bloquean. Limitan hasta el punto de hacer imposible un acto normal y cotidiano como salir a la calle, hablar en público o montarse en el ascensor. Recortan la vida. Son los miedos patológicos.
Debido a esta limitación y sufrimiento en la vida, muchas personas (y con ayuda profesional, mejor) deciden hacerle frente. Se exponen a ellos, los ponen a prueba. Los vencen poco a poco. Porque el miedo engaña y confunde. Y difunde, en el que los padece, mensajes inciertos y dañinos («vas a fracasar», «se reirán de ti», «si sales a la calle algo terrible sucederá», «el ascensor se caerá», etc).
Y tú, ¿tienes algún miedo?
Merche Castilla
PSICOALEGRA